¡Síguenos!¡Pobres ruiseñores! Tergiversar, en la pluma de algunos amanuenses poblanos, es un verbo que se ha conjugado en exceso y siempre con intenciones aviesas, políticas y/o económicas, para presionar.
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Hay comunicadores que se refieren a sí mismos como obligada referencia, que han sido por décadas abusivos con sus trabajadores y depredadores del sector en que se mueven, que en realidad son políticos de ultraderecha, identificados incluso con sectas, que no se atreven a presentarse a las urnas y buscar incidir, genuinamente, en la vida pública, desde un cargo de representación, al que siempre han aspirado desde el clóset ideológico.
Esencialmente son políticos, no periodistas, pero además son políticos timoratos con miedo a la democracia.
Si alguien quiere incidir, poner y quitar funcionarios, en gabinetes y administraciones; o dictar políticas públicas, debiera abiertamente participar en los gobiernos o ir a las boletas, para ganarse un cargo o una representación popular. Pero no lo hacen.
Esa forma de presión, que han intentado otros, para conseguir beneficios económicos o suponer que pueden tener una voz política, para colocar a los suyos o quitar a quienes no les agradan, no va a seguir funcionando.
En la administración que encabezará Alejandro Armenta a esos personajes se les conoce de sobra, de tan recurrente su modus y su estilo.
Presumen y buscan hacer efectivos sus compadrazgos; se victimizan; invocan la libertad de expresión para soltar opiniones que llevan doble filo y quieren incidir en decisiones que competen al poder público, que ha sido avalado en las urnas y tiene sobrado bono democrático.
Mala cabeza es la que supone que puede participar en decisiones de gabinete, dictar lineamientos de seguridad o meter mano en supuestas reuniones de alto nivel, a través de la tergiversación y la pluma que se sobrevalora como "influyente".
Nadie puede creer que es corte y juez de los demás, cuando es parte de los peores vicios del sistema y se ha quedado anquilosado.
Otra vez: los políticos hacen política y deben tener el valor de presentarse en las urnas; desde el clóset y con disfraz de periodista no se puede pretender ser espectador y actor de la vida pública.
Venden productos innecesarios y artificiales, que a contracorriente del sentido común, sin rigor y con prisas, hacen en sus consultorías.
Aseguran que tienen grandes audiencias, pero no resisten auditorías reales o sus viewers son mínimos auditorios, de apenas una decena de trasnochados seguidores.
Pero en cabeza ajena nadie experimenta, a pesar de que hemos visto el destino de administradores de reputaciones.
Eso no es ser periodista. Y @periodistasnoson.